sábado, 11 de mayo de 2013

Infidelidades.





Mi amadisima Mercy... gracias por darme esta esta historia historia tan bizzara. Te amo.

Desde que empezó mi trabajo como terapeuta de parejas, mi vida ha sido un desastre total de emociones y miserias. Tantas cosas que no puedo decir, tantas para-filias extrañas que no puedo juzgar... y ese millón de acciones, decisiones y palabras que las parejas viven, temen, gritan y odian, esperando impacientemente que se les de la razón y, sin embargo, yo no puedo criticar en un intento desesperado por mantenerme profesional. Y no es que lo deteste (no me malinterpreten)... pero me es casi imposible no relacionar sus vidas, experiencias y demás historias con mi propio entorno... y es ahí, cuando un trabajo satisfactorio se vuelve una pesadilla; momentos en los que pienso que mi esposa también puede estar engañándome en sus horas de trabajo, o en su tiempo libre... que se yo. Mujeres decentes han engañado han sus maridos con mas de ocho hombres, ¿porque mi caso seria diferente?

El único motivo por el cual este trabajo era perfecto para mi era - además de la paga - mis cualidades personales; siempre tuve la cualidad de mantenerme profesional, sereno y controlado... o al menos eso pensaba hace algunas horas, antes de perder el control total de mi vida.

La reciente familia de los Noruego Santos llevaba menos de dos años de matrimonio, y las cosas ya estaban feas. De esos años, solo habían pasado juntos diez meses, y lo demás lo pasaron separados con un sentimiento mutuo odio y decepción, hablándose solo por teléfono, juntándose de vez en cuando y peleando frecuentemente con sus suegros y familiares. La vida les había jugado feo, y justo antes de firmar los papeles de divorcio, sus padres los obligaron a visitarme (el mejor consejero matrimonial de la ciudad), en un intento desesperado por recuperar lo que fue un hermoso matrimonio.

La conversación empezó con un extraño aire de frialdad. Ella limpiaba sus lentes mientras evitaba mirar a su esposo, cruzando la pierna con cierto orgullo y vistiendo ropas casuales, mientras que su esposo vestía ropas formales y un extraño abrigo de piel con mucho pelo en la capucha, mirándola fijamente y tratando de captar su atención. Al notar el poco interés de la pareja en hablar, decidí romper el hielo con un simple "Bienvenidos, ¿a que debo su visita?", sin saber la historia que vendría a continuación:

  - Estamos aquí por culpa este hombre ingrato, sin vergüenza e infiel - comenzó la esposa, evitando el contacto visual conmigo - ¡Este hombre que me juro que me amaba!...
  - Amor - interrumpió el esposo - eso no es del todo cierto...
  - ¡Cállate, sin vergüenza! Y todavía te atreves a decirme amor... ¡decíle! Decíle al doctor mejor como era esa mujer....
  - Doctor, ella me dejaba solo...
  - ¡Escusas!
  - ¡Pero, tu también me engañaste!
  - !Porque él comenzó doctor!
  - !Doctor!

Tuve que detener su conversación hábilmente a este punto. Se notaba el rencor que se sentían mutuamente, y estaba claro que no había manera de saber sus versiones si ambos hablaban al mismo tiempo. Tomé el control de la situación y decidí que era momento de escuchar la versión de la esposa, la señora Santos, para hacerme una idea de como comenzaron las cosas. Sin ninguna hesitación y esta vez enfocando su mirada a mis ojos, la señorita (de no mas de 25 años) comenzó la historia.

  - Yo intentaba ser una buena esposa con el. Fui amable, intentaba no pelear, le cocinaba su comida favorita, le lavaba su ropa... en fin, yo era la esposa perfecta y este desgraciado no lo apreció... ¡Cuanto le demostré que lo amaba! Y yo de tonta pensaba que el era feliz conmigo - hizo una pausa, mirando al suelo, y prosiguió - pero no es mi culpa. Todo comenzó cuando a él lo despidieron del trabajo. Me dijo que quería aprovechar su nuevo tiempo libre para "escribir" sus cuentos, mas no sabia lo que "escribir" significaba para él. De la nada, ese hombre empezó a comportarse distante de mi, como si yo ya no le importara. Me preocupe un poco, porque pensé que tal vez estaba deprimido o algo, e intente ser más romántica con él. Le regalé rosas, le escribí cartas de amor... y el se ponía muy feliz... ¡Más no sabia que todo era una actuación, un engaño de este hombre cruel y descarado! Si ya sospechaba yo que era raro que quisiera tanto tiempo libre... Un día quise sorprenderlo. Compre unas rosas y pedí permiso en mi trabajo para salir ocho horas antes... luego compre un pastel con su nombre, y me fui a casa para darle la sorpresa romántica. Cuando abrí la puerta, escuche los gemidos de una mujer... no podía creerlo. Me asuste un poco y me acerque a la habitación sigilosamente, con miedo a lo que podía ver... y al abrir la puerta, ¡ahí estaba él, teniendo sexo salvaje con esa mujer! Le había vendado los ojos y le había esposado las manos... y lo mas enfermo, lo mas repugnante no es lo que estaban haciendo... ¡lo que mas me repugnó es como este descarado la había vestido!, ¡esa era mi ropa, mi camisa, mi falda, mi ropa interior...! Mientras ella gemía, ¡él le gritaba mi nombre! Y ella le respondía "que rico, esposo mío".... ¡Maldito!... - a este punto, ella se quitó los lentes y cerró los ojos, con y con furia replicó - perro...  

Las cosas estaban raras a este punto de la discusión. ¿Porque un hombre vestiría a su amante como su esposa, y la obligaría a que se comportara de la misma manera? Era un rol-play interesante... pero confuso. Necesitaba saber porqué, y calmando un poco a la esposa, dejé que el señor Noruego prosiguiera con la historia:

  - Por mi lado - dijo el esposo con un refunfuñón - yo soy el malo de la historia. Ella me estaba volviendo loco con sus celos.... me preguntaba noche y día si la engañaba, y si decía yo algo malo o algo que tuviera que ver con una mujer, ¡ella se enojaba, y no me hablaba toda la noche! Y yo, rogándole misericordia, solo recibía un "Neh, vete con esas mujeres"
  - Pues claro - interrumpió la esposa - si eso es lo que te gusta, mujeres por montones. A saber a cuantas vestiste con mi ropa...
  - Pero mi amor...
  - ¡Neh!, ¡Vete con todas esas mujeres!
  - Bueno... siguiendo con mi versión, yo soy el malo aquí. Cuando me despidieron, pensé que podríamos tener mas tiempo juntos, pero ella se la pasaba trabajando todo el tiempo... haciendo horas extras, o haciendo simplemente otras cosas. La extrañaba muchísimo, y quería estar con ella... así que empecé a visitar muchos café y bibliotecas, conociendo, desgraciadamente, a mi amante... Le dije lo que pasaba, cuanto amaba a mi esposa, cuanto la extrañaba... y me comprendió completamente. Nos empezamos a frecuentar, coincidimos en todo, y finalmente me dijo que deseaba ser amada tanto como mi esposa, y que sentir uno de los besos que yo le daba a mi esposa... un beso de un hombre realmente enamorado. La besé, y una cosa llevo a la otra... pero ella no era mi esposa, no se siente lo mismo... ¡Y sexualmente nunca le hice nada diferente de lo que hacia con mi esposa!  

No pude evitar mi incomodidad. Era la primera vez que escuchaba algo así de raro. Parecía un caso de obsesión, pero a la vez infidelidad... no podía definirlo en mi mente, y mientras jugaba con intentar no imaginar las escenas (sexo salvaje con una desconocida, esposada y vendada de los ojos, con el notorio detalle que era "lo mismo" que hacia con su esposa...) me mantuve lo mas profesional posible. 
Empecé a observar a la señorita Santos de una manera que no debía... cabello oscuro y abombado, con un flequillo cayendo sobre su frente... lentes rosa, ojos claros, pestañas grandes y oscuras, pequeñas pecas en sus mejillas, un cuerpo hermoso y una cara excepcional... Era una mujer notoriamente bella, y pronto comprendí la obsesión del señor Noruego, quien era, a juzgar por su cabello largo y oscuro, su extravagancia, su delgadez y sus ropas mayormente negras, un hombre extraño y temible... 

  - Luego de ser descubierto en tan penosa situación - prosiguió el esposo - tuve que irme. Renté un apartamento en las afueras de la ciudad y empecé a frecuentar mucho más a mi amante... sin embargo, mi amor siempre le pertenecerá a mi esposa, y mientras mas tenía sexo con mi amante, mientras más la amarraba, llenaba de comida, vendaba, sodomizaba, torturaba y practicaba toda posición del kamasutra, más extrañaba a mi amada y fiel esposa... no es lo mismo.... definitivamente no es lo mismo.
  - Hasta ahora te das cuenta de eso, ¡descarado! - interrumpió la esposa - ¡pero jamas vas a volver a aprovecharte de esta mujer! Yo ya encontré un hombre bueno que me ama...
  
Trague un buen poco de saliva. A este punto de la conversación, no comprendía cómo ellos podían confesar todo esto sin ningún pudor. Temiendo perder el control de mi profesionalismo, interrumpí educada mente la conversación y rogué que por favor fuesen directo al punto sin recalcar tantos "detalles". A esto, la esposa continuó:

  - Cuando el se fue, lo acepto... me sentí muy sola y frágil. A la única persona en la que pensé recurrir en ese momento, en lugar de a mis padres, fue a nuestro vecino... un amigo mutuo de la infancia...
  - Con el que ya me engañaba - interrumpió el esposo.
  - ¡Ese no es el punto, descarado! - reclamó la esposa - el punto que al estar a su lado, y yo sintiéndome tan sola y devastada, perdí el control... una cosa llevó a la otra y cuando menos lo esperaba, mi vecino y yo ya vivíamos juntos... pero igual, estar con el solo me hacia sentir peor, porque él no era ni lo suficientemente sádico ni lo suficientemente masoquista como para llenar mi vacío - volví a sentirme extremadamente incomodo. La señorita Santos continuó - así que empecé a sentirme totalmente deprimida...
  - Sus padres me llamaron para que la convenciera de buscar ayuda - replicó el señor Noruego - pero ella no atendía mis llamadas y cuando lo hacía, no quería creerme... ya no confiaba en mí
  - !Y como confiar en un hombre tan perro como vos! Seguro me querías llevar con uno de tus amigos psiquiatras para que me internaran en un sanatorio y quedarte con la casa... Pero bueno, mi vecino me convenció que no era necesario, que podría superarlo por mi cuenta... más no sabía que la parte mas oscura de esto estaba por venir...
  - Doctor - enfatizó el esposo - lo que está apunto de escuchar puede ser perturbador... así que le ruego su mayor discreción y profesionalidad posible. 

Me levanté, tembloroso, y fui al oasis a tomar un vaso con agua. Lentamente regresé a mi puesto, y esperé lo peor de aquella pareja. 

  - Tengo mucha experiencia en mi área de trabajo - respondí, con cierto desconcierto - y deseo hacerles saber que pueden confiar en mi discreción y profesionalismo. Por favor, continúen.
  - Es que ni yo lo puedo creer. - continuó la señorita Santos, notoriamente molesta - Un día, mientras nuestro vecino estaba en su trabajo, me dediqué a buscar entre los mensajes de su correo electrónico, y lo que encontré ahí me perturbo tanto que ya no pude soportarlo más... ¡Ese maldito hombre también me estaba engañando!, ¡el muy perro quería drogarme con estupefacientes para que me declararan incapaz de controlar mi vida, luego meterme a una clínica de rehabilitación y robarse absolutamente todas mis cosas mientras estuviese internada... para huir con su amante!, ¡pareciera que todos los putos hombres son iguales!... por Dios... y eso no es lo peor de todo... ¿sabe quien es la mujer con la que nuestro vecino escaparía Doctor?, ¿se lo imagina...?
  - Bueno - respondí, tartamudeando - preferiría que ustedes lo confirmen en lugar de asumirlo...
  - Esa mujer - interrumpió el señor Noruego - esa mujer es mi amante. Su plan siempre fue destruir nuestro matrimonio y huir con nuestro vecino...
  - Y esa mujer - continuó la señora Santos - esa mujer está casada... y planea robarse todo el dinero de su verdadero esposo... y tiene como acceder a su cuenta de banco, según los emails que leí...

Me levanté automáticamente. Saqué mi pañuelo, me limpie el rostro y me volví a sentar. Por un momento sentí el deseo de reírme por la ridícula historia de aquella pareja, pero por el lado clínico, mi frustración había llegado a un grado intolerable. Simplemente no podía comprender el porqué de las cosas... me preguntaba si la pareja realmente quería regresar a ser el matrimonio que era antes, o si querían ser amigos después de todo... pero el comportamiento de ambos reflejaba claramente que una reconciliación no era una opción factible; por otro lado, dado el caso que ambos fueron traicionados por las mismas personas, parecía que su relación se había vuelto completamente "profesional" (por no decir provisional, o mientras se arregla tremendo lío) y, por extraño que parezca, parecían estar bien de esa manera... pero, ¿porque asistir a terapia de pareja con un especialista en reconciliaciones?, ¿seria que en el fondo querían comenzar de nuevo? No. Ella menciono tener a "un hombre bueno" en su vida...

  - Comprendo enteramente la frustración de ambos al vivir una experiencia tan aterradora - empecé a hablar, aun sin saber como proceder - Sin embargo, me pregunto si entre ustedes hay alguna posibilidad de reconciliación o algún sentimiento, por pequeño que sea, de amor mutuo que aún los mantenga juntos...
  - A mi me encantaría - respondió el señor Noruego - pero a estas alturas ya comprendí que eso es imposible... además, creo que he llegado a disfrutar estar solo.
  - ¡Huy!, y a mi ni me pregunte - continuó la señorita Santos - yo no vuelvo con esta parodia de hombre. Yo ya tengo a alguien que me ama de verdad... mi Matiii...
  - Entonces - proseguí, mucho más frustrado - ¿cual es el motivo de su presencia?, ¿como puede este servidor ayudarles?
  - Ayudarnos como pareja es imposible - me respondió el esposo, muy serio - y en cuanto al motivo por el que estamos aquí, es por usted, Doctor.
  - ¿Por mí? - respondí, confundido.
  - Doctor - continuó - me preguntaba si por casualidad usted conoce al señor Randy Hernandez...
  - Por su puesto. Estudiamos juntos en la universidad y fuimos grandes colegas...
  - Pues... no se como decirle esto, doctor, pero Randy es el vecino del que le hablábamos... y el nombre de mi amante... bueno, me pregunto si la conoce... se llama Shakuanda... Shakuanda Johnson.

El silencio se apoderó de la habitación. La pareja se quedó inmóvil e inexpresiva, esperando una reacción violenta por mi parte. Sin embargo, lo único que hice fue soltar una estruendosa carcajada. Al verme, ambos me acompañaron a reír... Unas cuantas lágrimas salieron de mis ojos, y pregunté:

  - ¿Están donde yo creo que están?
  - Sí - respondió la señora Santos - Lo sentimos mucho, teníamos que decirle...
  - No hay problema - respondí, sonriendo - Tengo que irme.
  
Me levanté, y sin despedirme salí del consultorio. Fui a mi automóvil y abriendo el baúl, saqué un bate de baseball metálico que utilizaba para jugar con mis colegas en el parque. Sin soltarlo, manejé hasta mi casa y abrí la puerta, evitando a toda costa hacer un solo sonido que interrumpiera la escena. Caminé hacia la habitación y los encontré... Shakuanda, mi esposa, teniendo sexo descaradamente con mi amigo Randy; Ella gritó que no era lo que parecía, y yo le sonreí como nunca lo había hecho antes... Aún tenía el bate en mis manos, y muy poco "profesionalismo" en mi sangre...

Vaya manera de perder el control.