lunes, 24 de diciembre de 2012

Goliat



¡La época navideña había vuelto! Las calles ya estaban totalmente cubiertas de nieve y Manuel estaba totalmente dispuesto a celebrar. Caminaba, como siempre, con dos damas de compañía y su fiel guardaespaldas por el callejón que conducía a su automóvil, en donde siempre, por algún motivo, encontraba al mismo tipo de cabello largo tirado a la par del basurero. Era una navidad excelente, con un clima exquisito y un aura increíble que te dice que nada puede salir mal.

- Señor… ¿me regala unas monedas? – Dijo el tipo de cabello largo, en voz muy baja y mientras se levantaba con lentitud.

- ¡Ve a trabajar, borracho loco! – Le gritó Manuel, mientras sus damas reían.

- No lo entiende señor, tengo hambre…

- Ve a decirle eso a alguien que le importe.

- Señor…

El tipo intentó acercarse y tocar a Manuel, pero rápidamente su guardaespaldas intervino golpeándolo en el estómago. Manuel estaba indignado. Sacó una manopla del bolsillo de su chaqueta y tomando al tipo por el pelo, golpeó su quijada, haciéndolo caer al suelo. El guardaespaldas apuntó su arma contra la cabeza del hombre y Manuel, volviendo con sus chicas, sonrió con descaro...

- Es por eso que un negro asqueroso como él no debe intentar tocar al hombre que lleva puesto un traje blanco de novecientos dólares. Mátalo de una vez…

- Manuel, ¿no te acuerdas de mí? – Dijo el hombre, levantándose lentamente.
Manuel continuó caminando. Escuchó un disparo y supo que el trabajo estaba hecho. Sin embargo, el rostro de aquel hombre le pareció levemente familiar…

- ¿Quieres casarte conmigo?... Digo, sé que soy demasiado alto y un poco tonto, pero te amo mucho y… 

- ¡Dios mío!, ¿Es en serio?... ¡Por Dios, claro que sí!, ¡claro que sí, mi amor!... Me haces tan feliz, mi vida.... ¡Acepto!, ¡Claro que acepto casarme contigo!
Hacía unos ocho años, una pareja muy joven contrajo matrimonio. Tenían un negocio de comida y se habían vuelto muy exitosos. Eran increíblemente amables, y los dos estaban muy felices de tenerse el uno al otro. Al año aproximadamente, ya estaban esperando a su primer hijo… ¿Cómo se llamaban?...

- ¡Manuel!... ¿Ya no te acuerdas?

En cuestión de segundos, el hombre corrió hacia Manuel con una navaja automática, apuñalando unas cuatro veces a una de sus acompañantes y levantándolo a él con fuerza casi sobrehumana, lazándolo al suelo junto con el cuerpo sin vida de  su viejo y leal guardaespaldas. La otra mujer corrió con mucho pánico mientras Manuel se desangraba, totalmente inmóvil y estupefacto; al parecer, el golpe había dañado su espalda y le era imposible moverse.  Entre el pánico, intentó tomar el arma que escondía debajo de su chaqueta, pero sus manos no reaccionaron. Su atacante se acercó lentamente hacia él, y con cierta expresión vacía, dijo tranquilamente:

- ¿Seguro que no te acuerdas, Manuel?

- ¿Quién eres?, ¿quieres dinero? ¡Te daré todo lo que tengo si me dejas vivir!

- No, Manuel… no quiero tu dinero.

- ¿Entonces qué quieres?

- Quiero matarte.

El hombre posicionó la navaja en la frente de Manuel, y viéndolo fijamente a los ojos con la misma expresión vacía, continuó:

- Yo era feliz…. Muy feliz de hecho… Pero tú y tus amigos me amargaron un poco… ¿Dónde está el otro, el pelirrojo y el de cabello verde?

- ¿Quién eres?, ¿Quién demonios eres?

- Te propongo un trato… Si me respondes con la verdad, te dejare en paz de una vez por todas.

- ¿Lewis y Meteoro?, ¡Lewis está apostando en la cantina de Don Miguel casi todos los días!, ¡Él debe saber dónde está Meteoro! No me mate, por favor, le pagaré…

- Muchas gracias… Ahora te enviaré al infierno… ¡Saluda a tus otros amigos de mi parte!

- ¡Dijo que me dejaría en paz!

- Y eso es lo que hago… La vida no nos da lo que esperamos en el mejor de los casos. 

- ¡No, no me mate! Voy a hacer lo que sea.  Lo que sea, en serio…

- La piedad nunca es parte del trato... Adiós, Manuel.

- ¡No, no lo hagas!... ¿Quién eres?, ¡Quién demonios eres!

- Soy Goliat.

El hombre clavó la navaja en la frente de Manuel, y sin ningún remordimiento procedió a cortar su cabeza, guardándola en una gran mochila negra que llevaba consigo…
Ya tenía el nombre de su siguiente víctima, y sabía dónde buscarla.

- Jefe, vinieron los de la banda de Meteoro… Destruyeron la tienda y secuestraron a su esposa… dijeron que si no les lleva medio millón de dólares esta tarde, la van a matar.
Goliat entró a la cantina de Don Miguel; un lugar de muy mala muerte en donde solo criminales de terrible reputación se reunían a apostar y divertirse. En la mesa del fondo se encontraba el nombrado Lewis, tomando como loco y jugando póker con otros tipos. En la mesa hacía falta un jugador, lo cual Goliat aprovechó.

- ¿Te conozco? – Preguntó Lewis, al ver el rostro de aquel hombre tan familiar.

- Soy… Amigo… Muy buen amigo de Meteoro – Replicó.

- Vaya, hace años que nadie lo llama así… Pero bueno, “eras” amigo de Tim.

- ¿Por qué ya no lo llaman Meteoro?

- Hace años hicimos algo… bueno, algo muy malo. Se sintió mal y se hizo cristiano. Se casó y tiene dos hijas. Está limpio como nunca.

- Bien por él…

Mientras tanto, Tim arreglaba el árbol navideño con su familia… Los cuatro vivían en una casa alejada del centro de la ciudad; lugar tranquilo y acogedor que les daba espacio para ir a la iglesia todos los días y educar a sus amadas hijas personalmente. Ese hombre jamás había sido tan feliz en su vida y su esposa estaba muy orgullosa de él y sus cambios... 
…En esos suburbios, Tim era un ejemplo a seguir…   

- Volví a ganar – Dijo Goliat, sin emoción o sentimiento aparente. 

- Vamos, hombre. Nos vas a dejar sin dinero y eso no nos gusta – Bromeó Lewis, con cierto desconcierto – ¿Y cuándo conociste a Tim? 

- Hace unos siete años…

- Entonces supiste lo que pasó.

- No… no realmente.

- Mira, te cuento sólo porque ya estoy un poco intoxicado. Tim planeo el secuestro de una mujer… Una joven como de unos veintidós años que estaba embarazada. Pidió rescate a su esposo, que también era muy joven, y le dijo que si no le daba medio millón de dólares iba a matar a su mujer. Lo mismo si llamaba a la policía…

- No me lo imagino…. ¿Qué pasó después?

- El chico llegó con el dinero en una gran maleta, tal y como le habíamos dicho. Éramos cinco ese día; yo tenía amarrada a la chica, que era lindísima por cierto… Luego estaba Manuel, que fue quien contó el dinero en una de esas máquinas… y Meteoro, que estaba con su arma apuntando al chico mientras contaban el dinero; los otros dos no me acuerdo que hacían… Solo me acuerdo que el dinero estaba completo... 

- Debió ser horrible.

- Sí… pero bueno, yo dejé ir a la chica. Le quité las vendas y ella corrió a abrazar a su esposo. Fue conmovedor y nos dimos cuenta del daño que les habíamos causado, por lo que los cinco decidimos dejarlo.

- Me alegra saberlo… Igual, busco a Meteoro porque le debo un favor desde hace ya muchos años y pienso pagarle… ¿sabes dónde vive?

- No creo que quiera verte. Ya no se junta con gente como nosotros… digo, solo mírate, tú y tus botas de combate, esas rastas asquerosas y la ropa negra… pareces un vagabundo. Sea cual sea tu deuda, él ya te la perdonó.

- Bueno, no es cualquier deuda… ¿Quieres que te cuente un secreto?

- Sí, dime.

- Busco a Meteoro porque quiero matarlo.... Y vengo por ti también.

Lewis rápidamente sacó su arma, y antes de poder apuntar, vio como en cuestión de segundos su verdugo le cortó la mano de golpe con un largo cuchillo. Goliat pronto tomó el arma de Lewis y empezó a dispararle a todos los presentes en el bar, recibiendo unas cuantas balas que provocaron muy poco efecto en su puntería. Los restantes intentaron atacar también, pero decidieron huir al ver la facilidad con la que ese ser tan alto y casi inhumano se movía con rapidez para cubrirse de las balas, tomando los cadáveres que dejaba a su paso como escudo y matando a cualquiera que se pusiera en su mira. Al final del encuentro, la cantina quedó sola, y los únicos seres vivos en todo el lugar solo eran Lewis y Goliat, dejando muy claro que lo sucedería a continuación no iba ser nada agradable para Lewis…

- Tú… tu eres el chico de mi historia… tu eres… 

- Sí… yo soy Goliat.

- ¡Demonio!, ¡Deberías estar muerto!

- Debería… pero no lo estoy… Solo me siento un poco… infeliz… 

- ¡Fue hace siete malditos años! Supéralo ya.

- Lo pensaré si me dices donde está Meteoro. 

- ¿Te crees muy justo por esta venganza absurda que llevas a cabo? Déjalo en paz... Él ya no es la misma persona que conociste. ¡Ahora es una persona buena!

- Me parece bien… – Respondió, acercándose más a Lewis –  Pero no me importa… Así que te propongo un trato. Hay un hospital aquí cerca. Aún puedes recuperar la mano… Si me dices donde vive Meteoro, te dejaré ir.

- Ya mataste a todos los demás… ¿Esperas que te crea que me dejarás ir a mí?

- Tú fuiste quien dejó ir a mi esposa.

- Y yo nací ayer… – Respondió Lewis, con sarcasmo.

- Bueno… si eso piensas, me parece bien… Adiós, Lewis.

- No… espera. ¿cumplirás tu promesa de dejarme ir?

- Tendrás que intentarlo…

Lewis lo pensó por un momento... Era básicamente cambiar la vida de su amigo por la suya. Después de unos minutos, su decisión lo terminó haciendo perder la cabeza a manos de Goliat… y facilitar la misión de su asesino. Ahora, solo quedaba un cabo suelto en los suburbios.

- Mi amor, todo está bien, ya pasó. Tu esposo está aquí para salvarte… Vámonos a casa, ¿sí?

- Goliat, esos hombres me hicieron cosas horribles… nuestro hijo…

- Tranquila mi amor, ya pasó, ya pasó…

Goliat entró a la vivienda de Meteoro con el odio incrustado en sus ojos. En la mano izquierda llevaba su navaja, y en la derecha el revólver de Lewis. La familia de Tim estaba reunida en la mesa, a punto de tener la cena de navidad. Goliat tiró la mesa y levantó a la esposa,  tirándola a una de las esquinas. Tim gritó a las niñas que se fueran con su madre, las  cuales la abrazaron fuertemente, cubriéndola con sus cuerpos. Goliat apuntó el revólver hacia la cabeza de Tim, y quitando el seguro, gritó:

- ¡Meteoro, tantos años sin verte!… Todos tus otros amigos te esperan en el infierno.

- Goliat, por Dios santo…

- ¿Te acuerdas de mí?

- Escucha Goliat. Perdóname... He pasado mi vida tratando de perdonarme a mí mismo, y te he buscado durante mucho tiempo para pedirte perdón también… Sé que lo que hice no tiene nombre y lo comprendo… Pero Dios me ha cambiado la vida para bien y me ha perdonado. Lo siento mucho, por favor, en el nombre de Dios, no hagas una estupidez…

- Sabes, todos tus amigos se ofrecieron a intercambiar algo por sus vidas… y me resultó interesante, porque todos accedieron... Sabes, a ti también te propondré un trato… Si me dejas matar a tu familia – Dijo Goliat, sin ningún sentimiento aparente – O si me dejas matar solo a tú esposa, te dejaré vivir…

- Estás loco…

- La decisión es tuya…

- ¡Entonces mátame de una buena vez!

- ¿Seguro?

- ¡Mátame ya!, ni se te ocurra tocar a mi familia… Yo fui quien te dañó, yo debo pagar… ¡Mátame!

Goliat puso el dedo en el gatillo, pero un grito lo detuvo. La hija menor de Tim corrió hacia su padre y se lanzó hacia su cuello, cubriendo todo su pecho. Su padre la abrazó también, y sus cabezas quedaron justo a la par. La niña lloraba amargamente, gritando “no lo mate... Por favor no lo mate, no lo mate.”
Goliat se paralizó un segundo. Recordó la escena. Su esposa también se lanzó hacia su cuello, abrazándolo de la misma manera.  Escuchó a Meteoro decir “No lo hagas, por favor”, y se recordó a sí mismo diciendo las mismas palabras cuando Meteoro apuntó un revólver hacia su cabeza. “Ya pagó el precio, déjanos en paz” lloró la niña, y recordó a su esposa decir lo mismo. Una lágrima helada corrió por su mejía, y Goliat, aún paralizado, no supo que hacer. 

- Meteoro, ya déjalos ir – Dijo Lewis – Baja esa arma de una buena vez.

- ¡Ese idiota nos vio las caras!

- Solo vámonos… 

- Goliat, esa niña crecerá sin padre…

Entonces, disparó. Goliat recordó la escena y disparó también. Ese día, la bala iba dirigida hacia él, pero atravesó el cráneo de su esposa… “Maldición, fallé” dijo Meteoro. Volvió a disparar, y esta vez acertó justo en la frente de Goliat. La banda escapó dejando a ambos sangrando en el suelo… Su esposa murió, pero Goliat sobrevivió... o por lo menos su cuerpo. Al no sentir emoción o sensación alguna, practicó sus habilidades de asesino cada segundo desde que dejó la inconsciencia y se aseguró de tener una puntería perfecta, por lo que era imposible para él fallar un tiro. Así que Goliat, al disparar, acertó justo donde quería, y con una sonrisa burlesca, replicó: “Maldición, Meteoro… fallé. ¿Me perdonas?”

La bala atravesó el pequeño cráneo de la niña, y Meteoro, al sentir su sangre, perdió las fuerzas y calló de rodias… ¡Tenía el cadáver de su hija menor en brazos! Como pudo, trató de levantarse y quitarle el arma a Goliat, pero solo logró obtener un puñetazo que lo derrumbó al suelo. Su esposa estaba aún inconsciente en la esquina y su otra hija trató de huir, a lo cual Goliat solo repitió con odio “Déjame intentarlo otra vez”. Esta vez disparó a su otra hija, y no falló. Sonrió, y disparó a las piernas de Meteoro. Goliat volvió a repetir “Mira que torpe soy, volví a fallar. Lo intentaré de nuevo” y esta vez, disparó a la cabeza de la esposa… Tim gritaba, lloraba y en vano trataba de moverse… Goliat se acercó a él, y levantándolo del cuello volvió a sonreírle. 

- Mi esposa iba a tener gemelos. ¿Estamos a mano?

Goliat lo lanzó con todas su fuerzas a la pared, y al caer al suelo, rápidamente lo tomó del pelo. Meteoro estaba desmayado, y seguramente no sintió  cómo Goliat le destruía el cráneo, chocándolo al menos una cincuenta veces contra el suelo. Goliat tomó su navaja y cortó la cabeza de Meteoro, metiéndola a la mochila también. Por un momento le pareció escuchar a su esposa susurrarle al oído, diciendo “Goliat, ¿en qué te has convertido?, ¿te parece justo lo que has hecho? ¡Has matado a muchas personas inocentes!, ¡Te has vuelto un asesino, y lo peor es que eres justo como ellos! No eres el hombre de quien me enamoré… no eres el Goliat que yo amé”.  Goliat salió de la casa y caminó por aquella calle llena de nieve. Susurrando en silencio, respondió a su esposa: “Lo siento mucho, mi amor. El hombre que amaste murió contigo. El hombre que queda es el que tiene que respirar en un mundo en el que tú no existes… y a él ya no le importa lo que es justo o no…  lo único que queda es este dolor, tu recuerdo, mi insaciable sed de sangre y este gran odio que siento por todo… y por todos.”. 

Goliat se perdió en los bosques de la ciudad y jamás se le volvió a ver. Algunos dicen que vaga errante por todas las ciudades; otros que se enterró vivo junto con su esposa… Pero nadie lo sabe… Y es mejor así. Algunos dicen que anda por ahí en busca de completar otras venganzas, y tiene sentido: Lo único que encontraron de él fueron las cabezas de sus enemigos, empaladas al lado de la tumba de su esposa, y un mensaje corto escrito a mano que hela la sangre de todos los pecadores: “Si lloras por venganza, te buscaré. Si lloras por misericordia, te encontraré… y si has cometido errores, te facilitaré tu entrada al infierno. Te esperaré aquí, hasta que el día indicado venga”…


jueves, 20 de diciembre de 2012

martes, 11 de diciembre de 2012

Anti-héroe.

ESTE CUENTO CONTIENE ESCENAS GORE, POR LO QUE SE RUEGA LA MAYOR DISCRECIÓN POR PARTE DEL LECTOR.
GRACIAS DE ANTEMANO. DISFRUTEN LA LECTURA.



Psss… lmme… imme… wss ksss” escuchó el hombre a lo lejos.

La habitación era demasiado pequeña y silenciosa como para evitar escuchar la suave música de fondo, que a pesar de ser el único sonido evidente, era imposible de identificar con claridad. Sin embargo, el muchacho, aún sumergido en la inconsciencia, trataba de identificar la canción, no solo por su ritmo, si no por el contenido de esta, ya que en su difusa y confundida mente, esa tonadilla parecía ser la entrada al único recuerdo que le importaba recuperar…  

El tono de su voz, el aroma de su cabello, el sabor de sus labios… Ella, no sé quién es, pero la recuerdo… ¿Por qué estos sonidos me hacen recordarla?” 

Pero el muchacho no logró distinguir nada más allá del “psss… lmme...imme…  wss ksss”. Al rendirse, su vista se empezó a enfocar hacia su reducido entorno, mostrándole una horrible realidad que él, simplemente, hubiese preferido ignorar.

Y gritó… al menos lo intentó.

Su aliento no era más que la mímica de algo que habitualmente emite sonidos, ahogando toda esperanza de calma y serenidad posible en su alma… 

Tampoco sintió sus brazos, ni sus piernas, ni nada perteneciente a las partes de su cuerpo… como si las únicas partes enteramente funcionales fuesen sus ojos y tal vez, solo tal vez, su cerebro. 

Sleep on …Limme… imme… wss ksss

La luz de la habitación se encendió de repente. Quizá su larga exposición a la oscuridad causaba que la luz irritara más sus ojos… o la luz era demasiado fuerte como para ser vista en situaciones comunes. Ni en la claridad ni en la oscuridad le era posible divisar algo de la habitación, ni comprender el porqué de su inmovilidad. “Escuchar” - se dijo en su mente, “Escuchar es lo único que puedo hacer”.

- Hola cariño, ¿estás cómodo?

Esa dulce voz susurrando en su oído le trajo un mar de recuerdos. Una mujer hermosa como ninguna; un club nocturno totalmente exclusivo y un millón de pecados e inmoralidades a las que, con el tiempo, ya se había acostumbrado.

- ¿Dónde estoy? – Logró pronunciar el joven con dificultad.

- Mi príncipe, estás donde mereces estar.

La luz se volvió de pronto más soportable. Poco a poco, los objetos en las paredes y su entorno se volvieron visibles, revelando poco a poco el horror. 

- Bienvenido a mi espectáculo, pedazo de mierda – Grito con furia la mujer.

Un chillido terrible ensordeció sus oídos. El hombre estaba confundido y horrorizado al ver colgados en las paredes, entre herramientas de jardín y aparatos quirúrgicos, dos brazos y dos piernas humanas, aún sangrando. Descubrió en su desesperación el porqué de su inmovilidad, y al ver el reloj de oro en uno de los brazos, fue totalmente claro que se trataban de sus propios miembros.

Trató de moverse. Intentó gritar. Su cuerpo estaba más que pegado a lo que parecía ser una mesa de madera.   Lo único que podía mover con libertad era su cabeza, y al sacudirla de un lado a otro, descubrió otro horror… su esTommyago estaba muy inflado, y se seguía inflando lentamente…

- ¡Por Dios, que me has hecho!, ¡Suéltame!, ¡Suéltame ya! – Gritó el hombre, desesperadamente.

- Lo siento, pero… no. Tenemos que hablar de muchas cosas…

- ¡Estás loca!, ¿Qué me hiciste, que es lo que quieres?

- Conversar. Quiero que confieses algunas cosas que has hecho.

- ¿Qué quieres saber?, tengo dinero, mucho dinero. ¡Déjame ir, te pagaré lo que quieras!

- Escucha…

- ¡Por Dios santo, suéltame!, voy a hacer lo que quieras. ¡Dime que quieres!

- Escúchame…

- ¡Que demonios quieres!

- ¡Escucha, gordo insolente!

El hombre enmudeció. Logró ver el rostro de la mujer. Era la hermosa chica que conoció en el club con la que pasaría la noche anterior. Su rostro era perfecto, su cabello castaño muy seductor; era una diosa fácil. Un par de tragos fueron suficientes para convencerla de pasar la noche con él. El taxi los llevó a un hotel. Tommyaron unos tragos más y ella se quitaba el vestido lentamente. El ambiente era perfecto, la noche aún muy joven. Recordaba un beso… pero nada más. ¿Cómo se llamaba? Piedad, Misericordia… ¿Acaso preguntó? Muy mala costumbre de no saber el nombre de quien lo acompañaba en sus noches de lujuria. Muy mala costumbre.

- Tú… eres esa mujer. La del club…

- Mira, gordo. Esto es lo que esta pasando. Tú eres Tommy Thomas, un millonario… Bueno, no cualquier millonario. Eres un líder religioso muy famoso. Mis pacientes te escuchaban mucho e iban a tus charlas o lo que sea.  No sé que religión predicas, y no  me importa. Está aquí porque has hecho cosas imperdonables y asquerosas. Solo quiero darte un poco de perdón…

- ¡Eres una de esas fanáticas religiosas, verdad! Déjame ir, te daré lo que quieras, a ti y a quien sea. Tengo recursos, puedo hacerte famosa… puedo…

- ¡Cállate y escúchame!

- ¿Qué quieres de mí? – Dijo el muchacho, ya llorando.

- El punto es que tienes poco tiempo. Tiempo que se va a reducir si no te quedas quieto y te limitas solo a contestar cuando yo te lo pida. ¿Comprendes?

- Sí, comprendo…

- Bien. Quiero decirte algo, y quiero que lo tomes con la mayor discreción posible… Tienes… tienes una manguera cocida y sellada en tu recto. Te estoy llenando de agua los intestinos, y si no cooperas como yo quiero, vas a terminar explotando…

El hombre gritó como nunca. La combinación perfecta de miedo, terror, pánico y la inminente cercanía de su muerte eran suficientes para que la locura se apoderara de su cuerpo. Por algunos minutos, gritó, tembló, y perdió totalmente la consciencia de sus acciones.  La mujer se limito a esperar, y al cabo de un par de minutos más, el hombre se terminó calmando, consumido en desesperanza y desesperación, justo como ella había planeado.

- ¿Me dejas continuar?

- Mátame de una vez… - Dijo el hombre, en voz suave y temblorosa.

- Mira. Solo tengo unas pocas preguntas. Si me respondes, te dejaré ir…

- Me cortaste los brazos y las piernas… Ya estoy muerto.

- Soy Doctora especializada en cirugía. Responde a mis preguntas y te los devolveré. Quitaré la manguera, nunca me volverás a ver y podrás olvidarlo. Tres preguntas nada más.

- ¿Qué quieres saber?

- ¿Conociste a María Aicneconi, Sara Adidrep, o Antonieta Mabel?

Nombres inolvidables, total e inminentemente inolvidables. ¿Cómo olvidar a las personas que le habían dado más placer en su vida?, ¿Esos tres sucios secretos guardados en su memoria?. De pronto, el hombre comprendió la situación. Todos estos nombres tenían algo en común, algo horrible y enfermo, como ella dijo. Comprendió que no saldría de ahí con vida… o tal vez sí. Podía responder, y descubrir si saldría de ahí airoso, o callar, y morir… como ya suponía que el acto terminaría. Aún así, no lograba recordar el nombre de su hermosísima verdugo, y mucho menos la tonada al fondo.

- ¿Estás aquí para vengarlas? – Respondió, riendo con culpabilidad.

- No. Solo para saber que pasó con ellas.

- ¿Realmente me dejarás libre si te digo lo que pasó?

- Sí.

- Mujer loca. Mátame de una vez… eso vas a hacer de todas formas, ¿no?

- Ya te lo dije, si me respondes lo que quiero saber, te dejaré libre. Si no, me iré, y explotarás con el tiempo.

La locura de las palabras de aquella mujer le dieron un poco de esperanza. No conocía que tipo de enfermedad  tenía, o que fetiche extraño motivaba sus actos. Tal vez sí saldría de ahí con vida. Sus labios titubearon al querer aceptar algo que se negaba a sí mismo con necesidad, pero en ese preciso momento, ya no importaba.

- Las maté a las tres. ¿Eso querías saber? Yo las maté, y me arrepiento.

- Las tres eran mis pacientes… Pero es bueno saber que te arrepientes.

- ¿Me dejarás ir ahora?

- Dos preguntas más… Sabes, sus muertes no aparecieron en el diario, y nunca se dedicaron a investigar la causa. Sin embargo, el forense que las revisó me dio algunos detalles… ¿Cómo las mató?

- ¿Tanto te importa? Las maté, eso es todo.

- Antonieta murió de un disparo en la cabeza, parecía haber tenido relaciones sexuales recientemente…

- Mira, déjalo así, no quiero…

- Bueno, Antonieta era una prostituta, muy joven, pero hermosa… Ahora, Sara era una adolecente huérfana. Pertenecía a tu organización para niños… muy bonita organización, por cierto. Ella asistía regularmente a tus charlas, muy fiel a lo que sea que profesas…

- Para de una vez, te dije que me arrepiento.

- Pobre María, solo tenía dos años.  Era una bebe aún. Murió porque destrozaron su  intestino, su vientre y su útero… Horrible, en verdad. ¿Sabes cómo los destrozaron?

- ¡Ya, para, por favor, para!

- Sí, porque un hombre la violó. A ese hombre no de importó que fuera tan pequeña y tan inocente… la violó, destrozándole todo por dentro. ¿Quieres que te explique cómo pasó eso?

- ¡Sí, lo acepto! Así fue como las maté. Me arrepiento mucho, y lo siento mucho, pero eso no arregla nada. ¡Si pudiera traerlas de vuelta lo haría, pero no puedo!, ¡No puedo!

- Thomas, ¿estás llorando?

- No puedo traerlas de vuelta, no puedo… - El hombre se echó a llorar muy desconsolado. 

- No te creo…

- ¡Perdón! Estoy arrepentido. Mírame, me arrepiento…

- Sara era hermosa. Hablaba con ella todo el tiempo y era mi paciente favorita. Tú eras carnicero antes. La violaste, y le cortaste la cabeza como si fuera un cerdo. Drenaste su sangre, le quitaste la piel, sacaste sus órganos, la metiste en un horno…

- Para ya, déjame ir. Déjame ir…

- …Y te la comiste.

La mujer sacó un bisturí. Lo pasó lentamente por el cuerpo del hombre, y susurrando con voz suave y dulce, le dijo “Ahora, te quitaré la piel”.

El hombre gritó una vez más, pero esta vez enfurecido. Se trataba de un monstro; alguien que en el fondo no se arrepentía de sus acciones. De hecho, planeaba hacer algo similar con otras chicas de su iglesia, pero no había tenido la oportunidad... Comprendió que su destino era morir ahí, como la escoria que era, pero no se iría sin decir unas últimas palabras:

- Matarme no las regresará. Matarme no va a detener que esto pase otra vez, que otro lo haga… ¡Matarme ni si quiera es una buena venganza! ¿o qué?, ¿piensas matar a todos y cada uno de los asesinos, violadores y demás enfermos en el mundo?, ¿Piensas torturarlos; te gusta eso? Te equivocas. ¡Estás mal!, ¡Lo que haces también está mal! No sé quién eres, quien te crees que eres o que piensas, pero no eres una héroe por hacer esto…  ¡No estás haciendo nada diferente a los demás, solo eres un monstruo, como yo y como los demás!… 

- Interesante. Lo tomaré en cuenta a la próxima.

- ¡Maldita loca degenerada, espero que te pudras en el infierno!

- No tengo más preguntas. Gracias por tu colaboración.

La mujer corto el pecho del hombre y haló la piel, dejando sus músculos de fuera. Se empezó a desangrar con rapidez, y su vientre estaba casi a punto de estallar. Perdiendo de nuevo la vista, pudo susurrar unas pocas palabras más:

- ¿Quién eres?

- Muy buena pregunta… Pues, supongo que soy una psicópata común; una persona a  quien no le importa el dolor o placer de los demás, porque no puedo sentir ni odio ni alegría. Les salvo la vida, les quito la vida, simplemente hago lo que yo pienso que esta bien, aún si le parece injusto a todos los demás… ¿Un monstruo como tú, tal vez? No lo sé… Supongo que soy una loca… o una antihéroe. Sí, soy una antihéroe, me gusta ese término. 

Sleep on... Sweet little child day is young” escuchó el hombre a lo lejos otra vez. Esa era la canción que ella había sonado esa noche… la noche con la que casi se acuesta con ella. ¿Cómo se llamaba esa canción tan extraña?

- Esa canción… ¿Cómo se llama?

- Dove. 

La mujer se retiró apagando la luz. La habitación se quedó en total oscuridad como al principio, y la tonada siguió sonando. Ahora, el hombre se desangraba, y estaba consciente que pronto, su vientre explotaría.  No le quedaba más que hacer. Nada más que decir. El hombre disfrutó la tonada, hasta el sonido ensordecedor de su muerte.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Capítulo sangriento.






En una noche especial, caminado en compañía de la fiel e incomparable desolación, mientras el cielo lloraba los nuevos muertos que yacen escondidos en sus respectivos sepulcros, pensé en crear algo al respecto… empecé a crear un collage.

Tal vez hubiese sido mejor seleccionar algo más agradable, o por lo menos más digerible. Tal vez debí enfocarme en un objetivo más altruista o colaborar a la belleza de este mundo pero... detesto demasiado mentirles a las personas. Simplemente, decidí que no era justo olvidar los gritos de tantas víctimas ni tampoco lo era desperdiciar el potencial artístico de tanta crueldad. Pinté el fondo de mi obra con sangre y pegué los instintos e impulsos brutales como parte básica de mi faena, no con motivos perversos, sino más bien porque era lo más abundante que pude encontrar en mi entorno. Empeñe mi esfuerzo en inmortalizar las acciones de lo que veo, adaptando con letras todo ese dolor y penurias en historias delirantes, pegándolas en el fondo de mi creación.

Me decidí por crear un mundo a partir de piezas, los restos de un cristal que fue quebrantado hace mucho tiempo. Puse sus órganos y miembros putrefactos en formas rectangulares, y con los restos del degüello, termine creando el marco de mi cuadro.

Pero, aunque mis manos se llenan cada noche con los restos de actos inhumanos, llantos y decepciones terribles recolectadas con el afán de un ser glotón y tergiverso, no puedo permitir que mi ocupación caiga en la monotonía de tres temas. No, no puedo permitirlo, así que busco entre los sonidos incongruentes y las alucinaciones insensatas más profundas de una mente en descomposición, la fantasía y percepciones de un mundo absurdo desde los ojos de un ser disconforme, y así sucesivamente, lleno los estantes de material fresco y anónimo… material que muestra con toda certeza la caótica agonía de un arte en decadencia, que al ser combinado con la sangre y el sufrimiento de los cadáveres recolectados, forman una agonía mucho más fuerte…

…Forman un arte a base de odio…

Descubro con pavor que los materiales que utilizo corrompen todo impulso, pensamiento y sentimiento que nos mantiene humanos, y pronto empiezo a decaer en la insensibilidad propia de aquellos seres que han perdido el alma, sin compasión ni temores, rencores o perdón… y así, poco a poco, con la sangre, la muerte, los miedos, el dolor y el pánico de mi entorno… así, voy creando un collage del que nadie quiere saber… Una pieza que no puede ser considerada arte… Algo que la sociedad preferiría ocultar…

Así, voy creando mi collage.