martes, 11 de diciembre de 2012

Anti-héroe.

ESTE CUENTO CONTIENE ESCENAS GORE, POR LO QUE SE RUEGA LA MAYOR DISCRECIÓN POR PARTE DEL LECTOR.
GRACIAS DE ANTEMANO. DISFRUTEN LA LECTURA.



Psss… lmme… imme… wss ksss” escuchó el hombre a lo lejos.

La habitación era demasiado pequeña y silenciosa como para evitar escuchar la suave música de fondo, que a pesar de ser el único sonido evidente, era imposible de identificar con claridad. Sin embargo, el muchacho, aún sumergido en la inconsciencia, trataba de identificar la canción, no solo por su ritmo, si no por el contenido de esta, ya que en su difusa y confundida mente, esa tonadilla parecía ser la entrada al único recuerdo que le importaba recuperar…  

El tono de su voz, el aroma de su cabello, el sabor de sus labios… Ella, no sé quién es, pero la recuerdo… ¿Por qué estos sonidos me hacen recordarla?” 

Pero el muchacho no logró distinguir nada más allá del “psss… lmme...imme…  wss ksss”. Al rendirse, su vista se empezó a enfocar hacia su reducido entorno, mostrándole una horrible realidad que él, simplemente, hubiese preferido ignorar.

Y gritó… al menos lo intentó.

Su aliento no era más que la mímica de algo que habitualmente emite sonidos, ahogando toda esperanza de calma y serenidad posible en su alma… 

Tampoco sintió sus brazos, ni sus piernas, ni nada perteneciente a las partes de su cuerpo… como si las únicas partes enteramente funcionales fuesen sus ojos y tal vez, solo tal vez, su cerebro. 

Sleep on …Limme… imme… wss ksss

La luz de la habitación se encendió de repente. Quizá su larga exposición a la oscuridad causaba que la luz irritara más sus ojos… o la luz era demasiado fuerte como para ser vista en situaciones comunes. Ni en la claridad ni en la oscuridad le era posible divisar algo de la habitación, ni comprender el porqué de su inmovilidad. “Escuchar” - se dijo en su mente, “Escuchar es lo único que puedo hacer”.

- Hola cariño, ¿estás cómodo?

Esa dulce voz susurrando en su oído le trajo un mar de recuerdos. Una mujer hermosa como ninguna; un club nocturno totalmente exclusivo y un millón de pecados e inmoralidades a las que, con el tiempo, ya se había acostumbrado.

- ¿Dónde estoy? – Logró pronunciar el joven con dificultad.

- Mi príncipe, estás donde mereces estar.

La luz se volvió de pronto más soportable. Poco a poco, los objetos en las paredes y su entorno se volvieron visibles, revelando poco a poco el horror. 

- Bienvenido a mi espectáculo, pedazo de mierda – Grito con furia la mujer.

Un chillido terrible ensordeció sus oídos. El hombre estaba confundido y horrorizado al ver colgados en las paredes, entre herramientas de jardín y aparatos quirúrgicos, dos brazos y dos piernas humanas, aún sangrando. Descubrió en su desesperación el porqué de su inmovilidad, y al ver el reloj de oro en uno de los brazos, fue totalmente claro que se trataban de sus propios miembros.

Trató de moverse. Intentó gritar. Su cuerpo estaba más que pegado a lo que parecía ser una mesa de madera.   Lo único que podía mover con libertad era su cabeza, y al sacudirla de un lado a otro, descubrió otro horror… su esTommyago estaba muy inflado, y se seguía inflando lentamente…

- ¡Por Dios, que me has hecho!, ¡Suéltame!, ¡Suéltame ya! – Gritó el hombre, desesperadamente.

- Lo siento, pero… no. Tenemos que hablar de muchas cosas…

- ¡Estás loca!, ¿Qué me hiciste, que es lo que quieres?

- Conversar. Quiero que confieses algunas cosas que has hecho.

- ¿Qué quieres saber?, tengo dinero, mucho dinero. ¡Déjame ir, te pagaré lo que quieras!

- Escucha…

- ¡Por Dios santo, suéltame!, voy a hacer lo que quieras. ¡Dime que quieres!

- Escúchame…

- ¡Que demonios quieres!

- ¡Escucha, gordo insolente!

El hombre enmudeció. Logró ver el rostro de la mujer. Era la hermosa chica que conoció en el club con la que pasaría la noche anterior. Su rostro era perfecto, su cabello castaño muy seductor; era una diosa fácil. Un par de tragos fueron suficientes para convencerla de pasar la noche con él. El taxi los llevó a un hotel. Tommyaron unos tragos más y ella se quitaba el vestido lentamente. El ambiente era perfecto, la noche aún muy joven. Recordaba un beso… pero nada más. ¿Cómo se llamaba? Piedad, Misericordia… ¿Acaso preguntó? Muy mala costumbre de no saber el nombre de quien lo acompañaba en sus noches de lujuria. Muy mala costumbre.

- Tú… eres esa mujer. La del club…

- Mira, gordo. Esto es lo que esta pasando. Tú eres Tommy Thomas, un millonario… Bueno, no cualquier millonario. Eres un líder religioso muy famoso. Mis pacientes te escuchaban mucho e iban a tus charlas o lo que sea.  No sé que religión predicas, y no  me importa. Está aquí porque has hecho cosas imperdonables y asquerosas. Solo quiero darte un poco de perdón…

- ¡Eres una de esas fanáticas religiosas, verdad! Déjame ir, te daré lo que quieras, a ti y a quien sea. Tengo recursos, puedo hacerte famosa… puedo…

- ¡Cállate y escúchame!

- ¿Qué quieres de mí? – Dijo el muchacho, ya llorando.

- El punto es que tienes poco tiempo. Tiempo que se va a reducir si no te quedas quieto y te limitas solo a contestar cuando yo te lo pida. ¿Comprendes?

- Sí, comprendo…

- Bien. Quiero decirte algo, y quiero que lo tomes con la mayor discreción posible… Tienes… tienes una manguera cocida y sellada en tu recto. Te estoy llenando de agua los intestinos, y si no cooperas como yo quiero, vas a terminar explotando…

El hombre gritó como nunca. La combinación perfecta de miedo, terror, pánico y la inminente cercanía de su muerte eran suficientes para que la locura se apoderara de su cuerpo. Por algunos minutos, gritó, tembló, y perdió totalmente la consciencia de sus acciones.  La mujer se limito a esperar, y al cabo de un par de minutos más, el hombre se terminó calmando, consumido en desesperanza y desesperación, justo como ella había planeado.

- ¿Me dejas continuar?

- Mátame de una vez… - Dijo el hombre, en voz suave y temblorosa.

- Mira. Solo tengo unas pocas preguntas. Si me respondes, te dejaré ir…

- Me cortaste los brazos y las piernas… Ya estoy muerto.

- Soy Doctora especializada en cirugía. Responde a mis preguntas y te los devolveré. Quitaré la manguera, nunca me volverás a ver y podrás olvidarlo. Tres preguntas nada más.

- ¿Qué quieres saber?

- ¿Conociste a María Aicneconi, Sara Adidrep, o Antonieta Mabel?

Nombres inolvidables, total e inminentemente inolvidables. ¿Cómo olvidar a las personas que le habían dado más placer en su vida?, ¿Esos tres sucios secretos guardados en su memoria?. De pronto, el hombre comprendió la situación. Todos estos nombres tenían algo en común, algo horrible y enfermo, como ella dijo. Comprendió que no saldría de ahí con vida… o tal vez sí. Podía responder, y descubrir si saldría de ahí airoso, o callar, y morir… como ya suponía que el acto terminaría. Aún así, no lograba recordar el nombre de su hermosísima verdugo, y mucho menos la tonada al fondo.

- ¿Estás aquí para vengarlas? – Respondió, riendo con culpabilidad.

- No. Solo para saber que pasó con ellas.

- ¿Realmente me dejarás libre si te digo lo que pasó?

- Sí.

- Mujer loca. Mátame de una vez… eso vas a hacer de todas formas, ¿no?

- Ya te lo dije, si me respondes lo que quiero saber, te dejaré libre. Si no, me iré, y explotarás con el tiempo.

La locura de las palabras de aquella mujer le dieron un poco de esperanza. No conocía que tipo de enfermedad  tenía, o que fetiche extraño motivaba sus actos. Tal vez sí saldría de ahí con vida. Sus labios titubearon al querer aceptar algo que se negaba a sí mismo con necesidad, pero en ese preciso momento, ya no importaba.

- Las maté a las tres. ¿Eso querías saber? Yo las maté, y me arrepiento.

- Las tres eran mis pacientes… Pero es bueno saber que te arrepientes.

- ¿Me dejarás ir ahora?

- Dos preguntas más… Sabes, sus muertes no aparecieron en el diario, y nunca se dedicaron a investigar la causa. Sin embargo, el forense que las revisó me dio algunos detalles… ¿Cómo las mató?

- ¿Tanto te importa? Las maté, eso es todo.

- Antonieta murió de un disparo en la cabeza, parecía haber tenido relaciones sexuales recientemente…

- Mira, déjalo así, no quiero…

- Bueno, Antonieta era una prostituta, muy joven, pero hermosa… Ahora, Sara era una adolecente huérfana. Pertenecía a tu organización para niños… muy bonita organización, por cierto. Ella asistía regularmente a tus charlas, muy fiel a lo que sea que profesas…

- Para de una vez, te dije que me arrepiento.

- Pobre María, solo tenía dos años.  Era una bebe aún. Murió porque destrozaron su  intestino, su vientre y su útero… Horrible, en verdad. ¿Sabes cómo los destrozaron?

- ¡Ya, para, por favor, para!

- Sí, porque un hombre la violó. A ese hombre no de importó que fuera tan pequeña y tan inocente… la violó, destrozándole todo por dentro. ¿Quieres que te explique cómo pasó eso?

- ¡Sí, lo acepto! Así fue como las maté. Me arrepiento mucho, y lo siento mucho, pero eso no arregla nada. ¡Si pudiera traerlas de vuelta lo haría, pero no puedo!, ¡No puedo!

- Thomas, ¿estás llorando?

- No puedo traerlas de vuelta, no puedo… - El hombre se echó a llorar muy desconsolado. 

- No te creo…

- ¡Perdón! Estoy arrepentido. Mírame, me arrepiento…

- Sara era hermosa. Hablaba con ella todo el tiempo y era mi paciente favorita. Tú eras carnicero antes. La violaste, y le cortaste la cabeza como si fuera un cerdo. Drenaste su sangre, le quitaste la piel, sacaste sus órganos, la metiste en un horno…

- Para ya, déjame ir. Déjame ir…

- …Y te la comiste.

La mujer sacó un bisturí. Lo pasó lentamente por el cuerpo del hombre, y susurrando con voz suave y dulce, le dijo “Ahora, te quitaré la piel”.

El hombre gritó una vez más, pero esta vez enfurecido. Se trataba de un monstro; alguien que en el fondo no se arrepentía de sus acciones. De hecho, planeaba hacer algo similar con otras chicas de su iglesia, pero no había tenido la oportunidad... Comprendió que su destino era morir ahí, como la escoria que era, pero no se iría sin decir unas últimas palabras:

- Matarme no las regresará. Matarme no va a detener que esto pase otra vez, que otro lo haga… ¡Matarme ni si quiera es una buena venganza! ¿o qué?, ¿piensas matar a todos y cada uno de los asesinos, violadores y demás enfermos en el mundo?, ¿Piensas torturarlos; te gusta eso? Te equivocas. ¡Estás mal!, ¡Lo que haces también está mal! No sé quién eres, quien te crees que eres o que piensas, pero no eres una héroe por hacer esto…  ¡No estás haciendo nada diferente a los demás, solo eres un monstruo, como yo y como los demás!… 

- Interesante. Lo tomaré en cuenta a la próxima.

- ¡Maldita loca degenerada, espero que te pudras en el infierno!

- No tengo más preguntas. Gracias por tu colaboración.

La mujer corto el pecho del hombre y haló la piel, dejando sus músculos de fuera. Se empezó a desangrar con rapidez, y su vientre estaba casi a punto de estallar. Perdiendo de nuevo la vista, pudo susurrar unas pocas palabras más:

- ¿Quién eres?

- Muy buena pregunta… Pues, supongo que soy una psicópata común; una persona a  quien no le importa el dolor o placer de los demás, porque no puedo sentir ni odio ni alegría. Les salvo la vida, les quito la vida, simplemente hago lo que yo pienso que esta bien, aún si le parece injusto a todos los demás… ¿Un monstruo como tú, tal vez? No lo sé… Supongo que soy una loca… o una antihéroe. Sí, soy una antihéroe, me gusta ese término. 

Sleep on... Sweet little child day is young” escuchó el hombre a lo lejos otra vez. Esa era la canción que ella había sonado esa noche… la noche con la que casi se acuesta con ella. ¿Cómo se llamaba esa canción tan extraña?

- Esa canción… ¿Cómo se llama?

- Dove. 

La mujer se retiró apagando la luz. La habitación se quedó en total oscuridad como al principio, y la tonada siguió sonando. Ahora, el hombre se desangraba, y estaba consciente que pronto, su vientre explotaría.  No le quedaba más que hacer. Nada más que decir. El hombre disfrutó la tonada, hasta el sonido ensordecedor de su muerte.

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