lunes, 24 de diciembre de 2012

Goliat



¡La época navideña había vuelto! Las calles ya estaban totalmente cubiertas de nieve y Manuel estaba totalmente dispuesto a celebrar. Caminaba, como siempre, con dos damas de compañía y su fiel guardaespaldas por el callejón que conducía a su automóvil, en donde siempre, por algún motivo, encontraba al mismo tipo de cabello largo tirado a la par del basurero. Era una navidad excelente, con un clima exquisito y un aura increíble que te dice que nada puede salir mal.

- Señor… ¿me regala unas monedas? – Dijo el tipo de cabello largo, en voz muy baja y mientras se levantaba con lentitud.

- ¡Ve a trabajar, borracho loco! – Le gritó Manuel, mientras sus damas reían.

- No lo entiende señor, tengo hambre…

- Ve a decirle eso a alguien que le importe.

- Señor…

El tipo intentó acercarse y tocar a Manuel, pero rápidamente su guardaespaldas intervino golpeándolo en el estómago. Manuel estaba indignado. Sacó una manopla del bolsillo de su chaqueta y tomando al tipo por el pelo, golpeó su quijada, haciéndolo caer al suelo. El guardaespaldas apuntó su arma contra la cabeza del hombre y Manuel, volviendo con sus chicas, sonrió con descaro...

- Es por eso que un negro asqueroso como él no debe intentar tocar al hombre que lleva puesto un traje blanco de novecientos dólares. Mátalo de una vez…

- Manuel, ¿no te acuerdas de mí? – Dijo el hombre, levantándose lentamente.
Manuel continuó caminando. Escuchó un disparo y supo que el trabajo estaba hecho. Sin embargo, el rostro de aquel hombre le pareció levemente familiar…

- ¿Quieres casarte conmigo?... Digo, sé que soy demasiado alto y un poco tonto, pero te amo mucho y… 

- ¡Dios mío!, ¿Es en serio?... ¡Por Dios, claro que sí!, ¡claro que sí, mi amor!... Me haces tan feliz, mi vida.... ¡Acepto!, ¡Claro que acepto casarme contigo!
Hacía unos ocho años, una pareja muy joven contrajo matrimonio. Tenían un negocio de comida y se habían vuelto muy exitosos. Eran increíblemente amables, y los dos estaban muy felices de tenerse el uno al otro. Al año aproximadamente, ya estaban esperando a su primer hijo… ¿Cómo se llamaban?...

- ¡Manuel!... ¿Ya no te acuerdas?

En cuestión de segundos, el hombre corrió hacia Manuel con una navaja automática, apuñalando unas cuatro veces a una de sus acompañantes y levantándolo a él con fuerza casi sobrehumana, lazándolo al suelo junto con el cuerpo sin vida de  su viejo y leal guardaespaldas. La otra mujer corrió con mucho pánico mientras Manuel se desangraba, totalmente inmóvil y estupefacto; al parecer, el golpe había dañado su espalda y le era imposible moverse.  Entre el pánico, intentó tomar el arma que escondía debajo de su chaqueta, pero sus manos no reaccionaron. Su atacante se acercó lentamente hacia él, y con cierta expresión vacía, dijo tranquilamente:

- ¿Seguro que no te acuerdas, Manuel?

- ¿Quién eres?, ¿quieres dinero? ¡Te daré todo lo que tengo si me dejas vivir!

- No, Manuel… no quiero tu dinero.

- ¿Entonces qué quieres?

- Quiero matarte.

El hombre posicionó la navaja en la frente de Manuel, y viéndolo fijamente a los ojos con la misma expresión vacía, continuó:

- Yo era feliz…. Muy feliz de hecho… Pero tú y tus amigos me amargaron un poco… ¿Dónde está el otro, el pelirrojo y el de cabello verde?

- ¿Quién eres?, ¿Quién demonios eres?

- Te propongo un trato… Si me respondes con la verdad, te dejare en paz de una vez por todas.

- ¿Lewis y Meteoro?, ¡Lewis está apostando en la cantina de Don Miguel casi todos los días!, ¡Él debe saber dónde está Meteoro! No me mate, por favor, le pagaré…

- Muchas gracias… Ahora te enviaré al infierno… ¡Saluda a tus otros amigos de mi parte!

- ¡Dijo que me dejaría en paz!

- Y eso es lo que hago… La vida no nos da lo que esperamos en el mejor de los casos. 

- ¡No, no me mate! Voy a hacer lo que sea.  Lo que sea, en serio…

- La piedad nunca es parte del trato... Adiós, Manuel.

- ¡No, no lo hagas!... ¿Quién eres?, ¡Quién demonios eres!

- Soy Goliat.

El hombre clavó la navaja en la frente de Manuel, y sin ningún remordimiento procedió a cortar su cabeza, guardándola en una gran mochila negra que llevaba consigo…
Ya tenía el nombre de su siguiente víctima, y sabía dónde buscarla.

- Jefe, vinieron los de la banda de Meteoro… Destruyeron la tienda y secuestraron a su esposa… dijeron que si no les lleva medio millón de dólares esta tarde, la van a matar.
Goliat entró a la cantina de Don Miguel; un lugar de muy mala muerte en donde solo criminales de terrible reputación se reunían a apostar y divertirse. En la mesa del fondo se encontraba el nombrado Lewis, tomando como loco y jugando póker con otros tipos. En la mesa hacía falta un jugador, lo cual Goliat aprovechó.

- ¿Te conozco? – Preguntó Lewis, al ver el rostro de aquel hombre tan familiar.

- Soy… Amigo… Muy buen amigo de Meteoro – Replicó.

- Vaya, hace años que nadie lo llama así… Pero bueno, “eras” amigo de Tim.

- ¿Por qué ya no lo llaman Meteoro?

- Hace años hicimos algo… bueno, algo muy malo. Se sintió mal y se hizo cristiano. Se casó y tiene dos hijas. Está limpio como nunca.

- Bien por él…

Mientras tanto, Tim arreglaba el árbol navideño con su familia… Los cuatro vivían en una casa alejada del centro de la ciudad; lugar tranquilo y acogedor que les daba espacio para ir a la iglesia todos los días y educar a sus amadas hijas personalmente. Ese hombre jamás había sido tan feliz en su vida y su esposa estaba muy orgullosa de él y sus cambios... 
…En esos suburbios, Tim era un ejemplo a seguir…   

- Volví a ganar – Dijo Goliat, sin emoción o sentimiento aparente. 

- Vamos, hombre. Nos vas a dejar sin dinero y eso no nos gusta – Bromeó Lewis, con cierto desconcierto – ¿Y cuándo conociste a Tim? 

- Hace unos siete años…

- Entonces supiste lo que pasó.

- No… no realmente.

- Mira, te cuento sólo porque ya estoy un poco intoxicado. Tim planeo el secuestro de una mujer… Una joven como de unos veintidós años que estaba embarazada. Pidió rescate a su esposo, que también era muy joven, y le dijo que si no le daba medio millón de dólares iba a matar a su mujer. Lo mismo si llamaba a la policía…

- No me lo imagino…. ¿Qué pasó después?

- El chico llegó con el dinero en una gran maleta, tal y como le habíamos dicho. Éramos cinco ese día; yo tenía amarrada a la chica, que era lindísima por cierto… Luego estaba Manuel, que fue quien contó el dinero en una de esas máquinas… y Meteoro, que estaba con su arma apuntando al chico mientras contaban el dinero; los otros dos no me acuerdo que hacían… Solo me acuerdo que el dinero estaba completo... 

- Debió ser horrible.

- Sí… pero bueno, yo dejé ir a la chica. Le quité las vendas y ella corrió a abrazar a su esposo. Fue conmovedor y nos dimos cuenta del daño que les habíamos causado, por lo que los cinco decidimos dejarlo.

- Me alegra saberlo… Igual, busco a Meteoro porque le debo un favor desde hace ya muchos años y pienso pagarle… ¿sabes dónde vive?

- No creo que quiera verte. Ya no se junta con gente como nosotros… digo, solo mírate, tú y tus botas de combate, esas rastas asquerosas y la ropa negra… pareces un vagabundo. Sea cual sea tu deuda, él ya te la perdonó.

- Bueno, no es cualquier deuda… ¿Quieres que te cuente un secreto?

- Sí, dime.

- Busco a Meteoro porque quiero matarlo.... Y vengo por ti también.

Lewis rápidamente sacó su arma, y antes de poder apuntar, vio como en cuestión de segundos su verdugo le cortó la mano de golpe con un largo cuchillo. Goliat pronto tomó el arma de Lewis y empezó a dispararle a todos los presentes en el bar, recibiendo unas cuantas balas que provocaron muy poco efecto en su puntería. Los restantes intentaron atacar también, pero decidieron huir al ver la facilidad con la que ese ser tan alto y casi inhumano se movía con rapidez para cubrirse de las balas, tomando los cadáveres que dejaba a su paso como escudo y matando a cualquiera que se pusiera en su mira. Al final del encuentro, la cantina quedó sola, y los únicos seres vivos en todo el lugar solo eran Lewis y Goliat, dejando muy claro que lo sucedería a continuación no iba ser nada agradable para Lewis…

- Tú… tu eres el chico de mi historia… tu eres… 

- Sí… yo soy Goliat.

- ¡Demonio!, ¡Deberías estar muerto!

- Debería… pero no lo estoy… Solo me siento un poco… infeliz… 

- ¡Fue hace siete malditos años! Supéralo ya.

- Lo pensaré si me dices donde está Meteoro. 

- ¿Te crees muy justo por esta venganza absurda que llevas a cabo? Déjalo en paz... Él ya no es la misma persona que conociste. ¡Ahora es una persona buena!

- Me parece bien… – Respondió, acercándose más a Lewis –  Pero no me importa… Así que te propongo un trato. Hay un hospital aquí cerca. Aún puedes recuperar la mano… Si me dices donde vive Meteoro, te dejaré ir.

- Ya mataste a todos los demás… ¿Esperas que te crea que me dejarás ir a mí?

- Tú fuiste quien dejó ir a mi esposa.

- Y yo nací ayer… – Respondió Lewis, con sarcasmo.

- Bueno… si eso piensas, me parece bien… Adiós, Lewis.

- No… espera. ¿cumplirás tu promesa de dejarme ir?

- Tendrás que intentarlo…

Lewis lo pensó por un momento... Era básicamente cambiar la vida de su amigo por la suya. Después de unos minutos, su decisión lo terminó haciendo perder la cabeza a manos de Goliat… y facilitar la misión de su asesino. Ahora, solo quedaba un cabo suelto en los suburbios.

- Mi amor, todo está bien, ya pasó. Tu esposo está aquí para salvarte… Vámonos a casa, ¿sí?

- Goliat, esos hombres me hicieron cosas horribles… nuestro hijo…

- Tranquila mi amor, ya pasó, ya pasó…

Goliat entró a la vivienda de Meteoro con el odio incrustado en sus ojos. En la mano izquierda llevaba su navaja, y en la derecha el revólver de Lewis. La familia de Tim estaba reunida en la mesa, a punto de tener la cena de navidad. Goliat tiró la mesa y levantó a la esposa,  tirándola a una de las esquinas. Tim gritó a las niñas que se fueran con su madre, las  cuales la abrazaron fuertemente, cubriéndola con sus cuerpos. Goliat apuntó el revólver hacia la cabeza de Tim, y quitando el seguro, gritó:

- ¡Meteoro, tantos años sin verte!… Todos tus otros amigos te esperan en el infierno.

- Goliat, por Dios santo…

- ¿Te acuerdas de mí?

- Escucha Goliat. Perdóname... He pasado mi vida tratando de perdonarme a mí mismo, y te he buscado durante mucho tiempo para pedirte perdón también… Sé que lo que hice no tiene nombre y lo comprendo… Pero Dios me ha cambiado la vida para bien y me ha perdonado. Lo siento mucho, por favor, en el nombre de Dios, no hagas una estupidez…

- Sabes, todos tus amigos se ofrecieron a intercambiar algo por sus vidas… y me resultó interesante, porque todos accedieron... Sabes, a ti también te propondré un trato… Si me dejas matar a tu familia – Dijo Goliat, sin ningún sentimiento aparente – O si me dejas matar solo a tú esposa, te dejaré vivir…

- Estás loco…

- La decisión es tuya…

- ¡Entonces mátame de una buena vez!

- ¿Seguro?

- ¡Mátame ya!, ni se te ocurra tocar a mi familia… Yo fui quien te dañó, yo debo pagar… ¡Mátame!

Goliat puso el dedo en el gatillo, pero un grito lo detuvo. La hija menor de Tim corrió hacia su padre y se lanzó hacia su cuello, cubriendo todo su pecho. Su padre la abrazó también, y sus cabezas quedaron justo a la par. La niña lloraba amargamente, gritando “no lo mate... Por favor no lo mate, no lo mate.”
Goliat se paralizó un segundo. Recordó la escena. Su esposa también se lanzó hacia su cuello, abrazándolo de la misma manera.  Escuchó a Meteoro decir “No lo hagas, por favor”, y se recordó a sí mismo diciendo las mismas palabras cuando Meteoro apuntó un revólver hacia su cabeza. “Ya pagó el precio, déjanos en paz” lloró la niña, y recordó a su esposa decir lo mismo. Una lágrima helada corrió por su mejía, y Goliat, aún paralizado, no supo que hacer. 

- Meteoro, ya déjalos ir – Dijo Lewis – Baja esa arma de una buena vez.

- ¡Ese idiota nos vio las caras!

- Solo vámonos… 

- Goliat, esa niña crecerá sin padre…

Entonces, disparó. Goliat recordó la escena y disparó también. Ese día, la bala iba dirigida hacia él, pero atravesó el cráneo de su esposa… “Maldición, fallé” dijo Meteoro. Volvió a disparar, y esta vez acertó justo en la frente de Goliat. La banda escapó dejando a ambos sangrando en el suelo… Su esposa murió, pero Goliat sobrevivió... o por lo menos su cuerpo. Al no sentir emoción o sensación alguna, practicó sus habilidades de asesino cada segundo desde que dejó la inconsciencia y se aseguró de tener una puntería perfecta, por lo que era imposible para él fallar un tiro. Así que Goliat, al disparar, acertó justo donde quería, y con una sonrisa burlesca, replicó: “Maldición, Meteoro… fallé. ¿Me perdonas?”

La bala atravesó el pequeño cráneo de la niña, y Meteoro, al sentir su sangre, perdió las fuerzas y calló de rodias… ¡Tenía el cadáver de su hija menor en brazos! Como pudo, trató de levantarse y quitarle el arma a Goliat, pero solo logró obtener un puñetazo que lo derrumbó al suelo. Su esposa estaba aún inconsciente en la esquina y su otra hija trató de huir, a lo cual Goliat solo repitió con odio “Déjame intentarlo otra vez”. Esta vez disparó a su otra hija, y no falló. Sonrió, y disparó a las piernas de Meteoro. Goliat volvió a repetir “Mira que torpe soy, volví a fallar. Lo intentaré de nuevo” y esta vez, disparó a la cabeza de la esposa… Tim gritaba, lloraba y en vano trataba de moverse… Goliat se acercó a él, y levantándolo del cuello volvió a sonreírle. 

- Mi esposa iba a tener gemelos. ¿Estamos a mano?

Goliat lo lanzó con todas su fuerzas a la pared, y al caer al suelo, rápidamente lo tomó del pelo. Meteoro estaba desmayado, y seguramente no sintió  cómo Goliat le destruía el cráneo, chocándolo al menos una cincuenta veces contra el suelo. Goliat tomó su navaja y cortó la cabeza de Meteoro, metiéndola a la mochila también. Por un momento le pareció escuchar a su esposa susurrarle al oído, diciendo “Goliat, ¿en qué te has convertido?, ¿te parece justo lo que has hecho? ¡Has matado a muchas personas inocentes!, ¡Te has vuelto un asesino, y lo peor es que eres justo como ellos! No eres el hombre de quien me enamoré… no eres el Goliat que yo amé”.  Goliat salió de la casa y caminó por aquella calle llena de nieve. Susurrando en silencio, respondió a su esposa: “Lo siento mucho, mi amor. El hombre que amaste murió contigo. El hombre que queda es el que tiene que respirar en un mundo en el que tú no existes… y a él ya no le importa lo que es justo o no…  lo único que queda es este dolor, tu recuerdo, mi insaciable sed de sangre y este gran odio que siento por todo… y por todos.”. 

Goliat se perdió en los bosques de la ciudad y jamás se le volvió a ver. Algunos dicen que vaga errante por todas las ciudades; otros que se enterró vivo junto con su esposa… Pero nadie lo sabe… Y es mejor así. Algunos dicen que anda por ahí en busca de completar otras venganzas, y tiene sentido: Lo único que encontraron de él fueron las cabezas de sus enemigos, empaladas al lado de la tumba de su esposa, y un mensaje corto escrito a mano que hela la sangre de todos los pecadores: “Si lloras por venganza, te buscaré. Si lloras por misericordia, te encontraré… y si has cometido errores, te facilitaré tu entrada al infierno. Te esperaré aquí, hasta que el día indicado venga”…


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