sábado, 11 de diciembre de 2010

Inmortalidad.


Era la oportunidad de oro para Miguel. Por primera vez en su corta carrera como periodista, tenía la dicha de entrevistar a una de las personas más controversiales y –si se puede llamarle así- mitológicas de los últimos tiempos. Su misión iba más allá de obtener información trivial y vaga sobre gustos y opiniones generales; se trataba de desenmascarar la verdad detrás de un mito legendario… La fuente de la eterna juventud, un secreto que hasta el momento nunca había conocido la luz pública.

La persona a entrevistar era Doña Catalina Pachuca, una entrañable y ostentosa mujer cuyos bienes y fortunas excedían las cifras sensatas para cualquier ser humano normal. Sus gustos y excentricidades eran muy conocidos por sus fieles trabajadores y sirvientes cercanos, pero lo que más resaltaba en su persona, lo que hacía notable su presencia en el mundo más que su misteriosa fortuna, era esa belleza inimaginable que la doña poseía a pesar de estar cumpliendo más de ocho décadas. Su cuerpo aún estaba dotado de energías, y sus facultades mentales estaban totalmente intactas. Era un hecho surrealista, pero al fin y al cabo, un hecho real.

Miguel cruzó la puerta de la mansión, acompañado por el mayordomo, caminando un largo pasillo hasta llegar a una de las salas, en donde tuvo que pasar un buen rato sentado en un cómodo sillón de terciopelo blanco  esperando a la doña. Cuando al fin llegó, Miguel se levantó con prontitud e intentó estrechar su mano, pero antes de que pudiese decir siquiera un saludo, la doña lo interrumpió enérgicamente diciendo:

- Sé muy bien porqué está aquí… Y no, no pienso revelarle mi secreto hasta que tengamos una formidable conversación. Tengo mucho de qué hablar y se ve que usted tiene mucha paciencia para escuchar a una dama.
- Como usted guste, señora Pachuca –Dijo Miguel rápidamente.
- Señorita –sonrió- Hace mucho tiempo que estoy soltera.

Entonces, ambos empezaron a caminar juntos alrededor de la casa. 

A pesar de la considerable falta de tacto al hablar, el carisma de la doña era increíble, casi infalible cuando se trataba de hombres. Miguel trató de ocultar su desconcierto al analizar la situación, pero no pudo bloquear ese pensamiento inevitable… la mujer parecía tener menos de treinta años. Miguel hacía anotaciones como loco en su fiel libretita amarilla (para su desgracia, Miguel nunca confió en las grabadoras) y la doña hablaba justo de las cosas que Miguel no deseaba oír; trivialidades, solo trivialidades.

Al cabo de un rato, ambos llegaron a un corredor lleno de cuadros extraños y estatuas insólitas, con una que otra fotografía antigua y gigantesca. La doña empezó a relatar la historia de cada obra, una por una, mientras Miguel fijaba su atención a todos los cuadros. Había un detalle macabro detrás de todos ellos, y al llegar a una fotografía que rayaba en lo repugnante, Miguel no pudo contener su comentario por más tiempo.

- Estos cuadros... Todos son de aquel pintor ¿cierto? –Dijo Miguel, horrorizado en cierto modo.
- Sí, todos son de él. Me encantan sus obras, todas ellas...
- Incluso la flor de carne, como puedo observar –Interrumpió Miguel, señalando la fotografía.
- La última flor  –Corrigió la doña- Una obra inspirada en el amor hacia su esposa...
- Hecha con partes humanas, para la cual destazó y desmembró a una buena cantidad de sus amigos más cercanos, según tengo entendido. 
- Y según usted tiene entendido, ¿existe alguna muestra más grande de amor en este mundo?

Miguel quedó consternado. Recordó una frase de cierto pintor extravagante, y decidió seguir con el recorrido, tratando de no causar más conflictos que le costaran su carrera y definiendo las acciones de la doña como excéntricas, sin tomarlo como algo personal.

De pronto, la conversación se convirtió en una rutina monótona, consistente en la simple aceptación de Miguel a todo lo que la doña decía, como si su trabajo fuese únicamente alabarla y enaltecerla. La doña, al notar el aburrimiento de Miguel, decidió llevarlo a la sala más cercana, una con cierto estilo clásico de Hollywood, y ofrecerle un buen trago de whisky para animar un poco el ambiente...

Después de varios tragos y uno que otro cigarrillo, la conversación cambió su tono profesional a uno de completa confianza, y los temas se desviaron a las vivencias de cada uno de ellos. Miguel habló de varias irreverencias, pero al fin, terminó soltando sus experiencias amorosas pasadas, historias tristes en las que el pobrecillo siempre terminaba llorando un terrible desengaño.

- Oh, pobre muchacho –dijo la doña, mostrando cierta compasión tremendamente exagerada- Se ve que te han roto muchas veces el corazón.
- Sí, así es, señora. He sufrido mucho en este mundo por querer más de la cuenta. Pero qué puedo decir, así es el amor.
- Sí, así es el amor…

Miguel continuó tomando algunos tragos más, mientras la doña lo observaba con cierto interés y lo consolaba, jugando con su cabello con mucho cariño y total delicadeza. Poco a poco, mientras la doña lo acariciaba, Miguel caía, terminando recostado sobre las rodillas de la doña, adentrándose lentamente en la inconsciencia del sueño. Ella le susurraba muchas cosas agradables al oído, hasta que terminó susurrando una última frase.
  
- Tranquilo, muchacho, tranquilo. Eres un buen hombre, uno de los últimos que quedan en este horrible mundo. Duérmete tranquilo, pronto descansaras en paz.

Cuando Miguel escuchó esas últimas tres palabras, ya era muy tarde como para hacer algo.  
Despertó, encadenado en una camilla metálica, en un cuarto extremadamente apestoso y rodeado de macabros instrumentos quirúrgicos. Parecía una sala de embalsamar, y era obvio lo que sucedería a continuación.

Miguel gritó, luchó contra las cadenas, se orinó, casi arranca sus brazos y piernas e hiso de todo para liberarse, sin éxito alguno. La doña apareció algunos minutos después, junto a uno de sus mayordomos, ambos vestidos con ropas de trabajo y delantales de plástico. Miguel estaba horrorizado, y gritó una increíble cantidad de blasfemias  cuando vio a la doña tomar un escarpelo. Al final, al ver ninguna de sus acciones lo salvarían de la muerte, adentrándose en el llanto y sustituyendo su furia por el pánico, preguntó una última cosa:

- ¿Por… por qué me hace esto?
- Porque –Dijo la doña, con cierto tono de tristeza- Eres un buen hombre, uno sin demasiados vicios, de excelentes sentimientos y gran corazón. No sé si lo entiendes… Tienes corazón envidiable, puro, el tipo de corazón que todos deberían tener.
La doña puso el escarpelo en el pecho de Miguel, y presionando levemente, terminó por decir:
- Son las buenas personas y los excelentes corazones los que alimentan mi ambición… lo que me mantiene joven e inmortal. 

No pasaron ni cinco minutos cuando la doña ya tenía el corazón de Miguel en las manos, crudo y listo para ser despedazado y comido. Su  asistente tomó el cuerpo sin vida de Miguel, y después de prepararlo bien y pintarlo como si de un maniquí se tratase, lo llevó a una habitación fría. Ahí, el cuerpo de Miguel descansó en paz... junto a una increíble colección de cadáveres más.

4 comentarios:

  1. Parece que tuviese cierta relación con otro cuento tuyo que leí anteriormente xD, me gusta como escribes pero la verdad es que el final siente algo incompleto y le quita algo de credibilidad... podrías probar haciendo novelas ^^ aunque esas demoran bastante xD.

    ¡Saludos!

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  2. Sip, está relacionado con “Colores”, y también con otro llamado “El alcantarillado”, que es un cuento largo que planeo terminar para el día de mi cumpleaños, en donde se menciona de manera breve en un dialogo el verdadero final de este cuento [Estoy tratando de formar una cadena, si lees tal cuento debes leer este otro, y así, y así... no sé si está funcionando o_o]

    Con respecto a novelas... estoy trabajando en una muy, pero muy larga. No sé cuanto tardaré, pero podría jurar que será mi mejor trabajo.

    Gracias leerlo, es un gusto siempre leer tus comentarios ^^
    Saludos.

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  3. Hola Edward...a mí me gustó...puede ser que al final tenga un toque algo inverosímil....pero lo podemos encuadrar en un cuento fantástico si se quiere...y está perfecto. Mi opinión va desde el cuore...espero que no lo necesites para tu próximo cuento, ja. Un abrazo y seguí adelante con lo tuyo...vamos avenzando amigo. Abrazo Graciela boticaria.

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