jueves, 11 de octubre de 2012

La musa.




¡No estaba delirando, lo juro! Vi a la mujer perfecta, sí… Ella estaba ahí, en el horizonte, parada sobre el mar mientras miraba con ojos dulces a la luna. 

Juro que era hermosa, justo como me imaginé que una mujer tendría que ser. Intenté acercarme sin importar los peligros del océano e ignorando la oscuridad; pero me fue imposible acercarme a ella lo suficiente, no podía caminar sobre el agua como ella… 

Pero soy imbatible, intransigente me describiría mejor… Encontré la manera de acercarme como pude, aunque tuviese que nadar en esa pequeña balsa y que sintiera que poco a poco me estaba ahogando. 

Logré acercarme, y estuve como a un metro de distancia. Pude ver su rostro, su cabello, sus ojos… ¡Ella había sido creada por algo superior a todo! No podía creerlo, era un verdadero ángel…

Intenté alargar mi mano para alcanzarla, quería al menos tocar sus dedos… Pero un rayo de luna me lo impidió. Tal vez no me correspondía tal honor o simplemente era algo no correspondía suceder en ese momento; pero fuese lo que fuese, el mar se vino contra mí y me lazó hasta el fondo, ahogándome en la infinidad de su agua salada, escondiéndome en la profundidad del océano. La noche se volvió más oscura, fría, y las estrellas empezaron a caer…

¡Juro que no estaba alucinando! Así fue como tú me encontraste, ¿recuerdas? Desmayado en la orilla del mar, en un lugar desconocido, mientras el sol me quemaba la piel y mis pulmones se esforzaban por sacar toda esa agua…

Y si me preguntas por ese ser celestial, sí, aún veo a esa mujer. Es preciosa, ¡es perfecta!, dirige su mirada hacia mí y dice “¡Ven!”, pero ya no puedo hacerlo. Estoy muy lejos del horizonte, y sé muy bien que caminar ese tramo ya no me corresponde.

Ella es la razón de mi inspiración ¿sabes?, ella es y siempre será mi única musa.

Ella es y siempre será mi única musa. 

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